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Francia (en francés: France, pronunciado /fʁɑ̃s/ ( escuchar)), oficialmente la República Francesa (en francés: République française, pronunciado /ʁepyblik fʁɑ̃sɛːz/ ( escuchar)),[6] es un país transcontinental que se extiende por Europa Occidental y por regiones y territorios de ultramar en América y los océanos Atlántico, Pacífico e Índico. Su área metropolitana se extiende desde el río Rin hasta el océano Atlántico y desde el mar Mediterráneo hasta el canal de la Mancha y el mar del Norte; los territorios de ultramar incluyen la Guayana Francesa en América del Sur, San Pedro y Miquelón en el Atlántico Norte, las Antillas francesas y muchas islas en Oceanía y el océano Índico. Debido a sus diversos territorios costeros, Francia posee la mayor zona económica exclusiva del mundo. Francia limita con Bélgica, Luxemburgo, Alemania, Suiza, Mónaco, Italia, Andorra y España en Europa, así como con los Países Bajos, Surinam y Brasil en América. Sus dieciocho regiones integrales (cinco de las cuales son de ultramar) abarcan una superficie combinada de 643 801 km² y más de 67 millones de personas.[7] Culturalmente pertenece a la Europa latina. Francia es una república semipresidencialista unitaria con capital en París, la mayor ciudad del país y principal centro cultural y comercial; otras zonas urbanas importantes son Marsella, Lyon, Toulouse, Lille, Burdeos y Niza.
Habitado desde el Paleolítico, el territorio de la Francia metropolitana fue colonizado por tribus celtas conocidas como galos durante la Edad de Hierro. Roma se anexionó la zona en el año 51 a. C., lo que dio lugar a una cultura galorromana diferenciada que sentó las bases de la lengua francesa. Los francos germánicos formaron el Reino de Francia, que se convirtió en el corazón del Imperio carolingio. El Tratado de Verdún de 843 dividió el imperio, y Francia Occidental se convirtió en el Reino de Francia en 987. En la Alta Edad Media, Francia era un reino feudal poderoso pero muy descentralizado. Felipe II reforzó con éxito el poder real y derrotó a sus rivales para duplicar el tamaño de las tierras de la corona; al final de su reinado, Francia se había convertido en el estado más poderoso de Europa. Desde mediados del siglo XIV hasta mediados del siglo XV, Francia se vio inmersa en una serie de conflictos dinásticos con Inglaterra, conocidos colectivamente como la guerra de los Cien Años, y como resultado surgió una identidad francesa distinta. El Renacimiento francés fue testigo del florecimiento del arte y la cultura, del conflicto con la Casa de Habsburgo y del establecimiento de un imperio colonial global, que en el siglo XX se convertiría en el segundo más grande del mundo.[8] La segunda mitad del siglo XVI estuvo dominada por guerras civiles religiosas entre católicos y hugonotes que debilitaron gravemente al país. Francia volvió a ser la potencia dominante de Europa en el siglo XVII, bajo el mando de Luis XIV, tras la guerra de los Treinta Años.[9] Las políticas económicas inadecuadas, los impuestos no equitativos y las frecuentes guerras (especialmente la derrota en la guerra de los Siete Años y la costosa participación en la guerra de la Independencia de Estados Unidos), dejaron al reino en una situación económica precaria a finales del siglo XVIII. Esto precipitó la Revolución francesa de 1789, que derrocó el Antiguo Régimen y produjo la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, que expresa los ideales de la nación hasta el día de hoy.
Francia alcanzó su apogeo político y militar a principios del siglo XIX con Napoleón Bonaparte, subyugando gran parte de la Europa continental y estableciendo el Primer Imperio francés. La Revolución francesa y las guerras napoleónicas marcaron el curso de la historia europea y mundial. El colapso del imperio inició un periodo de relativa decadencia, en el que Francia soportó una tumultuosa sucesión de gobiernos hasta la fundación de la Tercera República Francesa durante la guerra franco-prusiana de 1870. En las décadas siguientes se produjo un periodo de optimismo, florecimiento cultural y científico, así como de prosperidad económica, conocido como la Belle Époque. Francia fue uno de los principales participantes en la Primera Guerra Mundial, de la que salió victoriosa con un gran coste humano y económico. Estuvo entre las potencias aliadas de la Segunda Guerra Mundial, pero pronto fue ocupada por el Eje en 1940. Tras la liberación en 1944, se instauró la efímera Cuarta República, que posteriormente se disolvió en el transcurso de la guerra de Argelia. La actual Quinta República fue creada en 1958 por Charles de Gaulle. Argelia y la mayoría de las colonias francesas se independizaron en la década de 1960, y la mayoría de ellas mantienen estrechos vínculos económicos y militares con Francia.
Francia conserva su condición secular de centro mundial de arte, ciencia y filosofía. Alberga el quinto mayor número de sitios del Patrimonio Mundial de la UNESCO y es el principal destino turístico del mundo, recibiendo más de 89 millones de visitantes extranjeros en 2018.[10] Francia es un país desarrollado con la séptima economía del mundo por PIB nominal y la novena por PPA; en términos de riqueza agregada de los hogares, ocupa el cuarto lugar en el mundo.[11] Francia obtiene buenos resultados en las clasificaciones internacionales de educación, sanidad, esperanza de vida y desarrollo humano.[12][13] Sigue siendo una gran potencia en los asuntos mundiales,[14] ya que es uno de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y es un Estado oficial poseedor de armas nucleares. Francia es uno de los miembros fundadores y principales de la Unión Europea y la eurozona,[15] así como un miembro clave del G7, la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) y la Francofonía.